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Las palabras del Papa en la oración del ángelus, 01.11.2017

Hoy, Solemnidad de Todos los Santos,  el Santo Padre Francisco se ha asomado a las 12.00 ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con  los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.

 
Estas han sido las palabras del Papa antes de la oración mariana

Antes  del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y buena fiesta!

La Solemnidad de Todos los Santos es “nuestra” fiesta: no porque nosotros somos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las iglesias, que hacen entrar la luz con diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia “tonalidad”. Pero todos han sido transparentes, han luchado por quitar las manchas y las oscuridades del pecado, para que pasase  la luz amable de Dios. Este es el objetivo de la vida: dejar que pase la luz de Dios; y también el objetivo de nuestra vida.

Efectivamente,  hoy en el Evangelio Jesús se dirige a los suyos, a todos nosotros, diciéndonos “Bienaventurados” (Mt 5,3). Es la palabra con la cual inicia su predicación, que es “evangelio”, buena noticia porque es el camino de la felicidad. Quien esta con Jesús es bienaventurado, es feliz. La felicidad no consiste en tener algo o en  convertirse en alguien; no. La felicidad verdadera es estar con el Señor y vivir por amor. ¿ Creéis en ello?  Debemos ir adelante, para creer en ello. Entonces, los ingredientes para una vida feliz se llaman bienaventuranzas: son bienaventurados los sencillos, los humildes que hacen lugar a Dios, que saben llorar por los demás y por los propios errores, permanecen humildes, luchan por  la justicia, son misericordiosos con todos, custodian la pureza del corazón, trabajan siempre por la paz y permanecen en la alegría, no odian e, incluso cuando sufren, responden al mal con el bien.

Estas son las bienaventuranzas. No requieren gestos clamorosos, no son para superhombres, sino para quien vive las pruebas y las fatigas de cada día, para nosotros. Así son los santos: respiran como todos el aire contaminado del mal que existe en el mundo, pero por  el camino no pierden jamás de vista el recorrido de Jesús, el indicado en las bienaventuranzas, que son como el mapa de la vida cristiana. Hoy es la fiesta de los que han alcanzado la meta indicada en este mapa: no sólo los santos del calendario, sino tantos hermanos y hermanas “de la puerta de al lado”, que tal vez hemos encontrado y conocido. Hoy es una fiesta de familia, de tantas personas sencillas, escondidas que en realidad ayudan a Dios a llevar adelante el mundo. ¡Y hoy hay tantos! Hay tantos. Gracias a estos hermanos y hermanas desconocidos que ayudan a Dios a llevar adelante el mundo, que viven entre nosotros, saludémoslos todos  con un fuerte aplauso.

En primer lugar – dice la primera bienaventuranza – están «los pobres de espíritu» (Mt 5,3). ¿Qué significa? Que no viven para el éxito, el poder y el dinero; saben que quien acumula tesoros para sí no se enriquece ante Dios (Cfr. Lc 12,21). Creen en cambio que el Señor es el tesoro de la vida, y el amor al prójimo la única verdadera fuente de ganancia. A veces estamos descontentos por algo que nos falta o preocupados si no somos considerados como quisiéramos; recordémonos que no está aquí nuestra bienaventuranza, sino en el Señor y en el amor: sólo con Él, sólo amando se vive como bienaventurado.

Quisiera finalmente citar otra bienaventuranza, que no se encuentra en el Evangelio, sino al final de la Biblia y habla del término de la vida: «Bienaventurados los que mueren en el Señor» (Ap 14,13). Mañana seremos llamados a acompañar con la oración a nuestros difuntos, para que gocen por siempre del Señor. Recordemos con gratitud a nuestros seres queridos y recemos  por ellos.

La Madre de Dios, Reina de los Santos y Puerta del Cielo, interceda por nuestro camino de santidad y por nuestros seres queridos que nos han precedido y ya han partido para la Patria celestial.

Después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Estoy  entristecido por los atentados terroristas de estos últimos días en Somalia, Afganistán y ayer en Nueva York. Mientras deploro tales actos de violencia, ruego por los difuntos, por los heridos y sus familiares. Pidamos al Señor que convierta los corazones de los terroristas y libere al mundo del odio y de la locura homicida que abusa del nombre de Dios para sembrar muerte.

Saludo con afecto a todos vosotros, peregrinos de Italia y de varios países, en particular  a los provenientes de Courbevoi, Francia y  Derry, Irlanda. Saludo a los fieles de Terrasini, a los jóvenes confirmados de Módena, a la Asociación “Impegnarsi serve” (Comprometerse sirve).

Dirijo un saludo especial a los participantes en la Carrera de los Santos, promovida por la Fundación ‘Don Bosco en el mundo’ para dar una dimensión de fiesta popular a la celebración religiosa de Todos los Santos. Gracias por vuestra bella iniciativa y por vuestra presencia.

Mañana por la tarde iré al Cementerio Americano de Neptuno y luego a las Fosas Ardeatinas: Os  pido que me acompañéis con la oración en estas dos etapas de memoria y de sufragio por las víctimas de la guerra y de la violencia. Las guerras no producen nada más que cementerios y muerte: por eso he  querido dar este signo en un momento en que nuestra humanidad parece que no ha aprendido la lección o que no la quiere aprender.

A todos, deseo buena fiesta con la compañía espiritual de los Santos. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.