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Vídeo mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la fiesta de la Virgen de Aparecida en el Año Mariano del Jubileo de los 300 años del hallazgo de la Virgen Madre de Aparecida, 12.10.2017

Publicamos a continuación el texto del vídeo mensaje del Santo Padre Francisco con motivo de la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida, Patrona de Brasil, en el Año Mariano del Jubileo de los 300 años del hallazgo de la imagen de la Virgen Madre de Aparecida

Vídeo mensaje del Santo Padre

Querido pueblo brasileño
Queridos devotos de Nuestra Señora  de Aparecida, patrona de Brasil
Mi saludo y mi bendición especial para todos vosotros que estáis viviendo en Cristo Jesús el Año Mariano del Jubileo de los 300 años del hallazgo de la imagen de la Virgen Madre de Aparecida en las aguas del Río Paraíba do Sul.
En el año 2013, en la ocasión de mi primer viaje apostólico internacional, tuve la alegría y la gracia de ir al Santuario de Aparecida y de rezar a los pies de Nuestra Señora, confiándole mi pontificado y recordando al pueblo brasileño con la acogida tan calurosa,  que viene de su abrazo y de su corazón generoso. En aquella ocasión manifesté también mi deseo de estar con vosotros en el año jubilar; pero la vida de un Papa no es fácil. Por eso, he querido nombrar al Cardenal Giovanni Battista Re como Delegado Pontificio para las celebraciones del día 12 de octubre. ¡A  él he confiado la misión de garantizar así la presencia del Papa entre vosotros!
Aunque no esté físicamente presente, quiero, sin embargo, por medio de la Red Aparecida de Comunicación, manifestar mi afecto por este  querido pueblo, devoto de la Madre de Jesús. Lo que dejo aquí son simples palabras, pero deseo que vosotros las recibáis como un fraterno abrazo en este momento de fiesta.
En Aparecida -y repito aquí las palabras que pronuncié en 2013 en el altar del Santuario Nacional- aprendemos a conservar la esperanza, a dejarnos sorprender por Dios y a vivir en la alegría.  La esperanza, querido pueblo brasileño, es la virtud que debe permear los corazones de los que creen, sobre todo, cuando a nuestro alrededor las situaciones de desesperación parecen querer desanimarnos. ¡No os  dejéis vencer por el desánimo, no os  dejéis vencer por el desánimo!. Confiad en Dios, confiad en en la intercesión de Nuestra Madre de Aparecida. En el santuario de Aparecida y en cada corazón devoto de María podemos tocar la esperanza que se concreta en la vivencia de la espiritualidad, en la generosidad, en la solidaridad, en la perseverancia, en la fraternidad, en la alegría que, a su vez, son valores que encuentran su raíz más profunda en la fe cristiana.
En 1717, en el mismo momento en que salió de las aguas gracias a  las manos de aquellos pescadores, la Virgen Madre de Aparecida ya les inspiró a confiar en Dios que siempre nos sorprende. Pescado en abundancia, gracia derramada de modo concreto en la vida de los que eran temerosos de los poderes establecidos. Dios los sorprendió porque El que nos creó con amor infinito, nos sorprende siempre. ¡Dios nos sorprende siempre!
En este Jubileo en que conmemoramos los 300 años, de aquella sorpresa de Dios, estamos invitados a ser alegres y agradecidos. "Alegraos siempre en el Señor" (Flp 4,4). Y que esa alegría que irradia de vuestros  corazones pueda  derramarse y alcanzar cada rincón de Brasil, especialmente las periferias geográficas, sociales y existenciales que tanto anhelan  una gota de esperanza. La sencilla sonrisa de María, que logramos vislumbrar en su imagen, sea fuente de la sonrisa de cada uno de vosotros ante las dificultades de la vida. ¡El cristiano jamás puede ser pesimista! .
Por último, doy las gracias  al pueblo brasileño por las oraciones que diariamente ofrecen por mí, especialmente durante las celebraciones de la Santa Misa. Rezad por el Papa y estad seguros de que el Papa siempre reza por vosotros. Juntos, de cerca o de lejos, formamos la Iglesia, Pueblo de Dios. Cada vez que colaboramos, aunque de manera simple y discreta, en el anuncio del Evangelio, nos convertimos, como María, en  verdaderos discípulos y misioneros. Y, Brasil, hoy, necesita hombres y mujeres que, llenos de esperanza y firmes en la fe, den testimonio de que el amor, manifestado en la solidaridad y en el compartir, es más fuerte y luminoso que las tinieblas del egoísmo y de la corrupción.
Con  gran nostalgia de Brasil, os imparto la bendición apostólica, pidiendo a Nuestra Señora de Aparecida que interceda por todos nosotros.
Que así sea.