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Audiencia a la Comunidad del Pontificio Colegio Pío Rumano di Roma, 05.05.2017

Esta mañana, a las 11,40, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a la Comunidad del Pontificio Colegio Pío Rumano con motivo del 80 aniversario de su fundación.

                Publicamos a continuación el discurso que el Papa ha dirigido a los presentes en el encuentro

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo con afecto. Me alegra  encontraros en el 80 aniversario de la fundación de vuestra sede. Es una ocasión para dar gracias a Dios y a todos los que en los últimos años se han empeñado a fondo para que el Colegio Pío Rumano contribuya a la formación de los futuros pastores. El camino que recorréis  es parte de una historia que os precede  y, al mismo tiempo, está lleno de expectativas para el futuro de la Iglesia greco-católica rumana. Por ello, quisiera desearos dos cosas: custodiar  la memoria y cultivar la esperanza.


Custodiar la memoria. Vuestro Colegio surgió en un período de desarrollo para las comunidades católicas orientales; más tarde se vio afectado por los trágicos sucesos relacionados con la persecución atea, para ser testigo después de un hermoso renacimiento y abrirse, en los últimos años, a nuevos retos. Esta historia, hecha de grandes testimonios de  fe y de momentos de prueba,  de inviernos  rigurosos y primaveras florecientes os  pertenece. Es bueno custodiarla, no para permanecer anclados  en el pasado, sino para vivir los eventos que cada época presenta con el apoyo de una memoria evangélica viva, que abarca una historia más grande que nosotros y siempre está abierta a la acción del  Espíritu. Atesorar, través de la oración y del estudio intenso todo lo que el Señor ha obrado en su pueblo, es una gran oportunidad durante los años que pasáis en Roma, donde también podéis respirar la universalidad de la Iglesia.


Fortalecer vuestra memoria eclesial, os ayudará a  superar una tentación peligrosa que puede aparecer: la  de acostumbrarse a  la mediocridad,  la de conformarse con una vida “normal” –entre comillas- , donde todo continúa sin entusiasmo y sin pasión, y donde, tarde o temprano, se termina por convertirse en guardianes celosos del tiempo propio, de las seguridades propias, del  propio bienestar. En cambio, estimulados por los ejemplos de vuestros grandes testigos en la fe, aspirad a un ministerio encendido de Evangelio, que tenga el sabor fuerte y genuino del don. Un pastor, como discípulo configurado con Cristo que dio su vida "hasta el extremo" (Jn 13,1), no puede permitirse  llegar a un acuerdo con una vida mediocre o adaptarse a las situaciones sin arriesgar nada. ¡Que vuestro Colegio sea cada vez más un "gimnasio", donde entrenarse a dar la  vida con  disponibilidad; vuestros estudios, instrumentos de servicio para la Iglesia, que embellezcan también la rica tradición cultural de vuestro amado país!. Custodiar la memoria, entonces, no es simplemente recordar el pasado, sino sentar las bases para el futuro, un futuro de esperanza. Si no se custodia la memoria acabaremos en la mediocridad del clericalismo.



Cultivar la esperanza es mi segundo deseo. Hay tanta necesidad de alimentar la esperanza cristiana, esa esperanza que  da una mirada nueva, capaz de descubrir y de ver el bien, incluso cuando está oscurecido por el mal: "Si la esperanza reaviva nuestros ojos, veremos   lo que está oculto", escribía san Efrén (Carmen Nisib., 70). Los Hechos de los Apóstoles, que la liturgia nos propone en este tiempo de Pascua, muestran cómo la Iglesia, que vive con confianza en el Resucitado y persevera en la oración, en la comunión y en la caridad,  nunca pierde de vista esta esperanza y se la da al mundo incluso cuando no tiene medios,  es incomprendida o encuentra hostilidad. Os deseo que vuestra casa sea un cenáculo donde el Espíritu plasme misioneros de  esperanza, portadores contagiosos de la presencia del Resucitado, valerosos en la creatividad  y nunca desanimados ante  las dificultades o la carencia de medios. Que el Espíritu Santo también suscite en vosotros  el deseo de buscar y promover, con un corazón purificado, el camino de la concordia y de la unidad entre todos los cristianos.


Queridos hermanos y hermanas, mientras mi saludo, a través vuestro, quiere llegar a arzobispo mayor y a los obispos del Sínodo, también me gustaría dirigirme con afecto a los estudiantes del Colegio Pontificio de San Efrén aquí presentes y a los  que acoge vuestra comunidad . Al encontraros pienso  en la situación en  que se encuentran tantos fieles de vuestras tierras, tantas familias que se ven obligadas a abandonar  sus hogares  golpeados por  oleadas de  violencia y sufrimiento. Deseo abrazar de forma especial a estos hermanos y hermanas, junto con sus patriarcas y obispos. Con ellos invoco el don pascual de la paz: Jesús, refugio que alienta  y consuela, "esperanza de los que no tienen esperanza" (cf. San EFREM, La segunda venida de Nuestro Señor, 24-25) inspire los corazones y las mentes para que finalmente, se abran caminos de reconciliación y de bien.


Os doy las gracias y os pido, por favor,  que no me olvidéis en vuestras oraciones. Gracias.