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Las palabras del Papa en la oración del Regina Coeli, 23.04.2017

A las 12 horas de hoy, II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia, el Santo Padre Francisco se ha asomado a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Regina Coeli con los fieles y peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro.

Estas han sido las palabras del Papa antes de la oración mariana que en el tiempo pascual sustituye al ángelus:

Antes  del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

Sabemos que cada domingo hacemos memoria de la resurrección del Señor Jesús, pero en este periodo después de  Pascua, el domingo se reviste de un significado aún más iluminante. En la tradición de la Iglesia, este domingo, el primero después de  Pascua, se denominaba ‘in albis’. ¿Qué significa ? Esta frase quería recordar el rito que cumplían cuantos habían recibido el bautismo en la Vigilia de Pascua. A cada uno de ellos se les entregaba una túnica blanca – ‘alba’ –  ‘blanca’, para indicar la nueva dignidad de los hijos de Dios. Todavía hoy se sigue haciendo;  a los recién nacidos se les da una pequeña túnica simbólica, mientras  los adultos visten una verdadera y propia, como vimos en la Vigilia Pascual. Y esa túnica blanca, en el pasado, se llevaba puesta durante una semana, hasta este domingo. De ahí viene  el nombre ‘in albis deponendis’,  que significa el domingo en que se quita la túnica blanca. Y así,  cuando se quitaban la túnica blanca, los neófitos comenzaban una vida nueva en Cristo y en la Iglesia.

Hay algo más. En el Jubileo del año 2000, San Juan Pablo II estableció que este domingo estuviera dedicado a la Divina Misericordia. ¡Es verdad, fue una bella intuición: fue el Espíritu Santo el que lo inspiró en esto! Hace pocos meses terminamos  el Jubileo extraordinario de la Misericordia y este domingo nos invita a retomar con fuerza la gracia que proviene de la misericordia de Dios. El Evangelio de hoy es el relato de la aparición de Cristo resucitado a los discípulos reunidos en el cenáculo (cfr Jn 20, 19-31). Escribe San Juan que Jesús, después de haber saludado a sus discípulos, les dijo: «Como el Padre me envió a mí, yo también os envío a vosotros». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, le quedan perdonados » ( 21- 23). He aquí el sentido de la misericordia que se presenta justo el día de la resurrección de Jesús como perdón de los pecados. Jesús Resucitado ha transmitido a su Iglesia, como primera tarea, su misma misión de llevar a todos el anuncio concreto del perdón. Ésta es la primera tarea: anunciar el perdón. Este signo visible de su misericordia lleva consigo la paz del corazón y la alegría del encuentro renovado con el Señor.

La misericordia en la luz de  Pascua se percibe como una verdadera forma de conocimiento. Y esto es importante: la misericordia es una verdadera forma de conocimiento. Sabemos que se conoce a través de tantas formas. Se conoce a través de los sentidos, se conoce a través de la intuición,  a través de la razón y  de otras formas. Pues bien, ¡se puede conocer también a través de la experiencia de la misericordia!  Porque la misericordia abre la puerta de la mente para comprender mejor el misterio de Dios y de nuestra existencia personal. La misericordia nos hace comprender que la violencia, el rencor, la venganza no tienen sentido alguno y que la primera víctima es la que vive con estos sentimientos, porque se priva de su propia dignidad. La misericordia abre también la puerta del corazón y permite expresar cercanía, sobre todo a cuantos están solos y marginados, porque hace que se sientan hermanos e hijos de un solo Padre. Favorece el reconocimiento de cuantos necesitan consuelo y hace encontrar las palabras adecuadas para dar conforto.

Hermanos y hermanas, la misericordia calienta el corazón y lo vuelve sensible a las necesidades de los hermanos mediante el compartir y la participación. La misericordia, en resumen, nos compromete a todos a ser instrumentos de justicia, de reconciliación y de paz. Nunca olvidemos que la misericordia es la clave en la vida de fe y la forma concreta con la que damos visibilidad a la resurrección de Jesús.

María, Madre de la Misericordia, nos ayude a creer y a vivir con alegría todo esto.

 

Después del Regina Coeli

Queridos  hermanos y hermanas,

Ayer en Oviedo, España, fue proclamado beato  el sacerdote Luis Antonio Rosa Ormières. Vivido en el siglo XIX,  puso sus muchas cualidades humanas y espirituales al servicio de la educación, y con ese fin  fundó la Congregación de las Hermanas del Ángel de la Guarda. Que su ejemplo y su intercesión ayuden de forma particular a cuantos trabajan en la escuela y en el campo educativo.

Os saludo de todo corazón a vosotros, fieles romanos y peregrinos de Italia y de tantos países, en especial a la Confraternidad de San Sebastián de Kerkrade (Países Bajos), al Nigerian Catholic Secretariat y a la parroquia Liebfrauen de Bocholt (Alemania).

Saludo a los peregrinos polacos, y expreso vivo aprecio por la iniciativa de Caritas Polonia para ayudar a muchas familias en Siria. Un saludo especial a los devotos de la Divina Misericordia reunidos hoy en la iglesia de Santo Spirito in Sassia, así como también a los participantes en la “Carrera por la Paz”: una estafeta que parte hoy desde esta Plaza para llegar hasta Wittenberg, en Alemania.

Saludo a los numerosos grupos de chicos, especialmente confirmados o confirmandos –sois muchos-  de las diócesis de Piacenza-Bobbio, Trento, Cuneo, Milán, Lodi, Cremona, Bérgamo, Brescia y Vicenza. Y también a la Escuela “Masaccio” de Treviso y al Instituto “San Carpóforo” de Como.

Finalmente, doy las gracias a  todos aquellos que en  este período me han enviado mensajes de buenos deseos por Pascua. Les correspondo de todo corazón invocando para cada uno y para cada familia la gracia del Señor Resucitado. Buen domingo, y no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!