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Angelus: La neta distinción entre justicia y venganza, 19.02.2017

A mediodía el Santo Padre se asomó a la ventana de su estudio para rezar el ángelus dominical con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. El Papa comentó el evangelio de este domingo, “una de esas páginas que mejor expresa la “revolución” cristiana” en que  Jesús muestra el camino de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera la del  talión, es decir “ojo por ojo y diente por diente”. Una  antigua regla que imponía infligir a los transgresores penas equivalentes a los daños causados: la muerte a quién había asesinado, la amputación a quién había herido a alguien etc.. “Jesús no pide a sus discípulos  que  padezcan el mal –explicó-  al contrario, les pide que  reaccionen, pero no con otro mal, sino con el bien. Sólo así se rompe la cadena del mal… y cambian verdaderamente las cosas. El mal, efectivamente,  es un “vacío”, un vacío de bien, y un vacío no se puede llenar con otro vacío, sino sólo con un “pleno”, es decir, con el bien. La represalia no lleva jamás a la solución de los conflictos …y tampoco  es cristiano”.

“Para Jesús el rechazo de la violencia puede comportar también la renuncia a un derecho legítimo y da  algunos ejemplos: poner la otra mejilla, entregar el vestido o el dinero propios,  aceptar otros sacrificios. Pero esta renuncia no significa que las exigencias de la justicia se ignoren o se rechazen; al contrario, el amor cristiano, que se manifiesta de modo especial en la misericordia, representa una realización superior de la justicia. Lo que Jesús quiere enseñarnos –subrayó Francisco-  es la neta distinción que debemos hacer entre la justicia y la venganza….La venganza nunca es justa. Se nos consiente  pedir justicia; es nuestro deber practicar la justicia. Se nos prohibe, en cambio, vengarnos o fomentar de cualquier manera la venganza, en cuanto es expresión del odio y de la violencia”.

Jesús “no quiere proponer un nuevo orden civil, sino más bien el mandamiento del amor al prójimo, que comprende también el amor a los enemigos: “Amad a vuestros enemigos, rezad por los que os  persiguen”. Y esto no es fácil.  No hay que entender esas palabras  como  una aprobación del mal hecho por el enemigo, sino como invitación a una perspectiva superior, a una perspectiva magnánima, semejante a la del Padre celestial, que – dice Jesús – “hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”. También el enemigo es una persona humana, creada como tal a imagen de Dios, aunque  en el presente esta imagen se haya ofuscado por una conducta indigna”.

“Cuando hablamos de “enemigos” no debemos pensar en quien sabe cuáles personas diversas y lejanas de nosotros –aclaró el Papa-  Hablamos también de nosotros mismos, que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares. Cuantas enemistades en la familia, ¡cuántas! Pensémoslo. Enemigos son también los que hablan mal de nosotros, los que nos calumnian y nos hacen daño. Y no es fácil digerirlo. A todos ellos estamos llamados a responder con el bien, que también tiene sus estrategias, inspiradas en el amor”.

¡Que la Virgen María –concluyó- nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que de verdad exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos!. Que nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a  ser así artesanos de comunión, artesanos de fraternidad en nuestra vida cotidiana, sobre todo en nuestra familia”.