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Angelus: Discípulos de Cristo no con las palabras, sino con las obras , 05.02.2017

A mediodía el Santo Padre se asomó a la ventana de su estudio para rezar el ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro. Antes de la oración mariana  reflexionó sobre la liturgia de hoy que, continuando con el Sermón de la Montaña, evidencia esta vez las palabras de Jesús que describen la misión de sus díscipulos. Jesús utiliza las metáforas de la sal y la luz y su frase, como subrayó Francisco, atañe a  los discípulos de todo tiempo, por lo tanto, también a nosotros.

Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz,  dando testimonio con las buenas obras diciendo: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en vosotros, a fin de que vean vuestras buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”. (Mt 5,16). “Estas palabras subrayan –dijo el Pontífice- que  somos reconocibles como verdaderos discípulos de Aquél que es la Luz del mundo no con las palabras, sino con nuestras obras.  Efectivamente, es sobre todo nuestro comportamiento que  - en el bien y en el mal – deja un signo en los demás. Así pues, el don recibido implica una tarea y una responsabilidad : no debemos retener, como si fuera de nuestra propiedad, la luz de la fe, que está en nosotros por medio de Cristo y de la acción del Espíritu Santo: Estamos llamados a hacerla resplandecer en el mundo, a dársela a los demás mediante las buenas obras ¡Y cuánto  necesita el mundo la luz del Evangelio que transforma, cura y garantiza la salvación a quien la recibe!”.

La luz de nuestra fe no se apaga cuando la damos; al contrario, se refuerza. En cambio “si no la alimentamos con el amor y con las obras de caridad puede apagarse. Así la imagen de la luz se encuentra con la de la sal. La página evangélica nos dice que, como discípulos de Cristo somos también “sal de la tierra” (v. 13). La sal es un elemento que al mismo tiempo que da sabor, preserva el alimento de la alteración y de la corrupción – ¡en los tiempos de Jesús no había figroríficos!- Por lo tanto, la misión de los cristianos en la sociedad es dar “sabor” a la vida con la fe y el amor que Cristo nos ha dado y, al mismo tiempo, alejar  los gérmenes contaminantes del egoísmo, de la envidia, de la maledicencia, y demás. Estos gérmenes arruinan el tejido de nuestras comunidades, que, en cambio, deben resplandecer como lugares de acogida, de solidaridad y de reconciliación. Para cumplir esta misión es necesario que nosotros, en primer lugar, nos liberemos de la degeneración corruptora de los influjos mundanos, contrarios a Cristo y al Evangelio; y esta purificación no termina nunca, se hace continuamente, día por día”.

“Cada uno de nosotros está llamado a ser luz y sal en el ambiente de su vida cotidiana, perseverando en la tarea de regenerar la realidad humana en el espíritu del Evangelio y en la perspectiva de Reino de Dios. ¡Que nos ayude siempre la protección de María Santísima, primera discípula de Jesús y modelo de los creyentes que viven cada día en la historia, su vocación y misión. Nuestra Madre, nos ayude a dejarnos purificar e iluminar siempre por el Señor, para transformarnos también en “sal de la tierra” y “luz del mundo”,concluyó el Papa.