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Angelus: Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, 30.10.2016

En el ángelus dominical, rezado con miles de fieles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco comentó el evangelio de san Lucas que narra el encuentro de Jesús en Jericó con Zaqueo, el jefe de los publicanos,  es decir de los cobradores de impuestos para los romanos; por lo tanto odiado por su pueblo como un explotador y un colaborador de los tiranos. Zaqueo, bajo de estatura, tenía curiosidad de ver a Jesús, pero su condición de pecador público se lo impedía, así que se subió a un sicomoro en el camino por el que tenía que pasar.

Al acercarse al sicomoro Jesús levanta la mirada y le dice: «Zaqueo, baja deprisa, porque hoy tengo que alojarme en tu casa» Pero, ¿por qué Jesús dice: “tengo” que alojarme en tu casa? ¿De qué deber se trata? “Sabemos que su deber supremo –explicó Francisco -es realizar el designio del Padre para toda la humanidad, que se cumple en Jerusalén con su condena a muerte,  su crucifixión y, al tercer día, su resurrección. Es el designio de salvación de la misericordia del Padre. Y en este designio está también la salvación de Zaqueo, un hombre deshonesto y despreciado por todos y, por  lo tanto, necesitado de convertirse. De hecho, el Evangelio dice que, cuando Jesús lo llamó, “todos murmuraban, diciendo: Se ha ido a alojar en casa de un pecador”.  El pueblo consideraba a Zaqueo un canalla, que se había enriquecido a costa  del prójimo. Y si Jesús hubiese dicho: “Baja, tú, explotador, traidor del pueblo.  Ven a hablar conmigo que vamos ajustar cuentas”,  el pueblo seguramente habría aplaudido.En cambio, empiezan a  murmurar: “Jesús va a casa de un pecador, de un explotador”.

Pero Jesús, guiado por la misericordia,  buscaba  precisamente a Zaqueo  y  cuando entra en su casa dice: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombres es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».  “La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios – subrayó el Papa-  ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado,  sino que entrevé el bien futuro; Jesús no se resigna a las cerrazones:   siempre abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias,  mira al corazón” .Y en el caso de Zaqueo miró  a un corazón  “herido por el pecado de la codicia” .Vio ese corazón herido y fue hacia él”.

“A veces queremos corregir o convertir a un pecador reprochándole  sus errores  o echándole en cara su comportamiento injusto –observó Francisco -  La actitud de Jesús con Zaqueo nos indica otro camino: enseñar a  quien hierra su valor, ese valor que Dios sigue viendo a pesar de  todo, a pesar de todos sus errores. Esto puede provocar una sorpresa positiva  que enternece el corazón e impulsa a la persona a dar lo mejor de sí. Dar confianza a las personas es lo que las hace crecer y cambiar. Así se comporta Dios con todos nosotros: no lo detiene  nuestro pecado ,que  supera con el amor, y nos hace sentir la nostalgia del bien. Todos hemos sentido esta nostalgia del bien después de un error. Y así hace nuestro Padre Dios, así hace Jesús. No hay  persona que no tenga algo bueno. Y allí es donde  mira Dios para sacarla del mal”.

Que la Virgen María  -terminó- nos ayude a ver el bien que hay en las personas que encontramos cada día, para que todos nos animemos a que brote  la imagen de Dios grabada en nuestros  corazones. Y así podamos disfrutar de las sorpresas de la misericordia de Dios ¡Nuestro Dios, que es el Dios de las sorpresas!”.