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Oración por la paz con la comunidad católica asirio-caldea , 30.09.2016

Después del encuentro con el Patriarca Ilia II, el Papa se trasladó a la iglesia católica caldea de San Simón Bar Sabbae un santo copto que vivió en Egipto a mediados del siglo X, llamado “el tintorero” (Sabbae) porque trabajaba en una curtiduría. La iglesia, consagrada en 2009, se construyó gracias a la aportación de numerosos donantes emigrados en particular de la diócesis católico caldea de Santo Tomás Apóstol en Estados Unidos  y cuenta con un centro religioso, educativo y cultural dedicado a la enseñanza de las antiguas tradiciones religiosas y de la cultura asirio-caldea, comprendida la lengua aramea. San Simón Bar Sabbae es el punto de referencia parroquial para los asirios caldeos de Tbilisi y para los que viven en Gardabani y en la aldea de Dzveli Kanda, el asentamiento caldeo más grande y antiguo de Georgia.

Como se recordará los asirios y los caldeos después de la pérdida de sus tierras se dispersaron en varias nacionesy actualmente viven en Irán, Irak, Turquía, Siria, etc…A lo largo de su existencia se han visto sometidos a discriminaciones y persecuciones religiosas. Para mantener su identidad ambos se han esforzado en defender su lengua y su religión. Los asirios han tenido una larga relación con Georgia desde el siglo XVIII y hoy hay casi 7.000 asirios que viven en varias ciudades georgianas. Durante el período soviético las temáticas religiosas y espirituales estaban prohibidas, pero a pesar de ello, asirios y caldeos, consiguieron conservar y transmitir su fe y tradiciones a las generaciones sucesivas. La situación cambió rápidamente después de la caída de la Unión Soviética cuando Georgia fue uno de los primeros países que obtuvo la independencia y la mayor parte de la población reanudó su participación en la vida religiosa.

A su llegada a San Simón el Santo Padre fue recibido por el Patriarca de Babilonia de los Caldeos Su Beatitud Louis Raphaël I Sako y saludado por los trescientos fieles de la diáspora asirio-caldea presentes en el templo. Después de un canto y una oración en arameo, el Papa rezó la siguiente oración por la paz:

“Señor Jesús,

adoramos tu cruz,

que nos libra del pecado, origen de toda división y de todo mal;

anunciamos tu resurrección,

que rescata al hombre de la esclavitud del fracaso y de la muerte;

esperamos tu venida gloriosa,

que realiza el cumplimiento de tu reino de justicia, de gozo y de paz.

Señor Jesús,

por tu gloriosa pasión,

vence la dureza de los corazones, prisioneros del odio y del egoísmo;

por el poder de tu resurrección,

arranca de su condición a las víctimas de la injusticia y de la opresión;

por la fidelidad de tu venida,

confunde a la cultura de la muerte y haz brillar el triunfo de la vita.

Señor Jesús,

une a tu cruz los sufrimientos de tantas víctimas inocentes:

los niños, los ancianos, los cristianos perseguidos;

envuelve con la luz de la Pascua a quienes se encuentran profundamente heridos:

las persone abusadas, despojadas de su libertad y dignidad;

haz experimentar la estabilidad de tu reino a quienes viven en la incertidumbre:

los exiliados, los refugiados y quienes han perdido el gusto por la vida.

Señor Jesús,

extiende la sombra de tu cruz sobre los pueblos en guerra:

que aprendan el camino de la reconciliación, del diálogo y del perdón;

haz experimentar el gozo de tu resurrección a los pueblos desfallecidos por las bombas:

arranca de la devastación a Iraq y Siria;

reúne bajo la dulzura de tu realeza a tus hijos dispersos:

sostén a los cristianos de la diáspora y concédeles la unidad de la fe y del amor.

Virgen María, reina de la paz,

tú que estuviste al pie de la cruz,

alcánzanos de tu Hijo el perdón de nuestros pecados;

tú que nunca dudaste de la victoria de la resurrección,

sostén nuestra fe y nuestra esperanza;

tú que has sido constituida reina en la gloria,

enséñanos la majestad del servicio y la gloria del amor.

Amén”.

Terminada la plegaria, el Santo Padre impartió la bendición y saludo individualmente a cada uno de los miembros del Sínodo de la Iglesia Caldea.

A la salida de San Simón, Franciscó soltó una paloma, símbolo de paz y, posteriormente se trasladó a la nunciatura apostólica en Georgia donde pernoctó.