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Audiencia jubilar: La misericordia es una forma de vida , 30.06.2016

Ciudad del Vaticano, 30 de junio de 2016.-La misericordia no es una palabra abstracta, sino una forma de vida: se elige ser misericordioso o no serlo y, parafraseando las palabras del apóstol  Santiago,  se podría decir que  la misericordia sin obras está muerta porque lo que hace vivir es su constante dinamismo para salir al encuentro de los que sufren material y espiritualmente.  La misericordia tiene ojos para ver, oídos para escuchar, manos para levantar.

La  actuación concreta de la misericordia  ha sido esta vez  el tema de la catequesis del Papa durante la audiencia jubilar en la Plaza de San Pedro a la que han asistido unas 15.000 personas. Francisco ha recordado que, dado que  en la vida diaria percibimos las necesidades de los más pobres y probados,  estamos llamados a responder  a sus sufrimientos. “ A veces pasamos ante situaciones de  pobreza dramática y es como si no nos tocasen –constató el Pontífice-  todo sigue como si no pasase nada, en una indiferencia que termina por hacernos  hipócritas y, sin darnos cuenta, lleva a una forma de letargo espiritual que insensibiliza la mente  y hace la vida estéril. La gente que va por la vida sin darse cuenta de lo que necesitan los demás, sin ver tantas necesidades materiales y espirituales, es gente que pasa sin vivir, es gente que no sirve a los demás y acordáos de esto: el que no vive para servir no sirve para vivir”.
Así,  los que han experimentado en su propia vida la misericordia de Dios no pueden permanecer indiferentes ante las necesidades de sus hermanos. “La enseñanza de Jesús no permite vías de escape: tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba desnudo, era un refugiado, estaba  enfermo, en la cárcel y me ayudásteis .No se puede tergiversar  delante de una persona que tiene hambre: hay que darle de comer. Es lo que Jesús nos dice. Las obras de misericordia no son cuestiones teóricas, sino pruebas concretas. ¡Hay que  arremangarse para aliviar el sufrimiento!”, especificó Francisco.
Debido a los cambios en nuestro mundo globalizado, algunas pobreza materiales y espirituales se han multiplicado y habría que dar espacio a la imaginación de la caridad para identificar nuevas formas de actuación, así la misericordia será cada vez más concreta. “A nosotros nos toca,  por lo tanto, no bajar la guardia como centinelas, para que  ante las pobrezas causadas por la  cultura del bienestar, la mirada de los cristianos se ofusque y se vuelva incapaz  de mirar a lo esencial”.

Y ese mirar a lo esencial significa “mirar  y ver a Jesús en el enfermo, en el preso, en el desnudo, en el que no tiene trabajo y tiene que sacar adelante a su familia. Ver a Jesús en estos hermanos y hermanas nuestros. Ver a Jesús en quien está solo, triste, en quien se equivoca y necesita consejos, en quien necesita caminar con El en silencio para sentirse acompañado. ¡Estas son las obras que Jesús nos pide! Mirar a Jesús en ellos, en esta gente. ¿Por qué? Porqué Jesús me mira, nos mira a todos”.

Después, el Santo Padre pasó a describir su reciente viaje a Armenia, la primera nación que abrazó el cristianismo a principios del siglo IV y que a lo largo de su historia lo ha testimoniado con el martirio. Francisco dio las gracias al Presidente de la República Armenia, al Catholicós Karekin, al Patriarca, a los obispos católicos y a todo el pueblo armenio por haberlo acogido como “peregrino de fraternidad y de paz”.

También recordó que dentro de unos meses irá a Gerogia y a Azerbaiyán, otros dos países de la región caucásica y que había acogido la invitación a visitarlos por dos motivos: “Por una parte –dijo- valorizar las antiguas raíces cristianas presentes en esas tierras , siempre con un espíritu de diálogo, y  con las otras religiones y culturas y por otra alentar las esperanzas y los senderos de la paz. La historia nos enseña que el camino de la paz requiere una gran tenacidad y pasos continuos, empezando por los pequeños y poco a poco dándolos más grandes, saliendo al encuentro del otro. Precisamente por eso mi deseo es que cada uno aporte algo propio  a la paz y la reconciliación”.

“Como cristianos estamos llamados a reforzar entre nosotros la comunión fraterna, para dar testimonio del Evangelio de Cristo y para ser fermento de una sociedad más justa y solidaria. De ahí –subrayó-  toda la visita estuviera compartida con el Supremo Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia, que me acogió fraternalmente durante tres días en su casa”.

Francisco terminó renovando su abrazo a los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y a todos los fieles en Armenia. “La Virgen María, nuestra Madre, les ayude  a permanecer firmes en la fe, abiertos al encuentro y generosos en las obras de misericordia”.